Por la mañana me viene a buscar José para acercarme a los invernaderos. Es uno de los cuatro hermanos del clan “Los Palometillas” (según fuentes cercanas a los mismos). Buena gente y bastantes cultos que se interesan no solo por producir sino por producir de una manera en muchos casos rozando lo “ecológico” y un trato bueno con los currelas.
Control biológico. Un bicho se come a otro.
Control ecológico de algunas plagas que atacan a los pepinos
Todos los días durante el invierno almeriense (para que os hagais una ida la gente del norte, aquí el invierno es casi como nuestro verano en Vitoria), se debe de abrir la ventilación durante unas cuantas horas al día.
Ramón, Jose Antonio, Jorge y Francisco me van presentado a los trabajadores. Algunos se dejan fotografiar, otros prefieren el anonimato y lo respeto. Cada uno carga con sus sueños y sus mochilas de recuerdos. Algunos se ven obligados a seguir trabajando en una tierra que no es la suya, alejados de sus familias…
Los cuatro hermanos trabajan como uno más y en seguida entran en un debate sobre un parásito que esta atacando a las plantas. Me dicen que las tomas de decisión en agricultura intensiva deben tomarse de forma inmediata.
Con Ramon me acerco a los almacenes donde “se mueve el percal”. Se pesa el camión con la carga y se lleva a descargar al muelle.
Existen distintos almacenes y suelen separarse por productos. Donde descargamos solo se ven pimientos y pepinos.
Y por fin llegamos a la subasta. Allí es donde se juntan los agricultores y comienza a verse caras que no se separan de la pantalla. Los precios aquí se mueven día a día y eso mantiene el ambiente en un estado de semialerta.
Ramon me invita a comer con su familia y los padres de su mujer. Paella de sabado que a mi me lleva a Vitoria y a la paella de mi madre, los domingos.
La tarde es buena y me voy con la bici por el paseo marítimo. Me tomo un par de cafés de camino y paro en lugares donde Caprichosa posa para mi. Estamos los dos de nuevo pedaleando.